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Mensaje hechizo realizado Miér Sep 16, 2015 10:29 am

Blondes are just adorable
Mansión de Winchester en New Hampshire | Octubre de 2017

La campana del viejo reloj de la sala sonó y sólo entonces, Salem despertó. Abrió los ojos con pereza, bostezando largamente e incorporándose un poco en el sofá. Había estado leyendo un poco para pasar el tiempo, pero se había aburrido lo suficiente como para dormir la siesta cual gato. Sonrió ante su propio pensamiento y miró la hora. Ya era tarde, lo suficiente como para cenar. La pregunta era, ¿cenaría solo o tendría compañía? Narella había salido poco después de mediodía. ¿A dónde había ido? No lo sabía. ¿Había preguntado? No, porque a él tampoco le gustaba que le preguntase, así que no le hacía a la chica lo que no le gustaría que ella hiciera a él.

Llevaban ya unos años de conocerse y vivir juntos, casi desde que había llegado a Reino Unido. En una primera instancia, cuando recién la había conocido, pensó en que podía ser su próxima víctima. Parecía la candidata perfecta: rubia y joven. A primera vista era la personificación de afrodita en la tierra. Sus dorados cabellos lo habían atraído de la misma forma en la que la miel atrae a la abaja. No obstante, se había llevado una gran sorpresa al descubrir que Narella no era ni por asomo parecida a sus difuntas esposas. Aquellas hermosas muñecas de porcelana con las que se había aburrido de jugar y las había echado a la basura. No, la heredera de los Rowle tenía un carácter fuerte y una actitud testaruda, difícil de influenciar o de dominar. Quizá eso último le había gustado de una forma que no podía explicar y que nada tenía que ver con la atracción física que había existido por su parte en un primer momento.

Salem se quedó sentado en el sofá, perdido en sus recuerdos y pensamientos. Una sonrisa se formó en su rostro al caer en cuenta que Narella era eso que justaba había ido a buscar, una de las tantas razones por las que había abandonado los Estados Unidos. Se trataba de una joven purista, que compartía varios de sus más radicales puntos de vista y que tenía ideas muy innovadoras. Además, lo había maravillado con las historia de un tipo llamado Voldemort, alguien a quien él desconocía hasta el momento en el que escuchó sus hazañas de boca de la rubia. Al otro lado del mundo, en lo que se consideraba el nuevo continente, no habían llegado noticias de todo lo que ese mago tenebroso había estado haciendo en Gran Bretaña.

Una lástima, hubiera sido divertido que alguien decidiera imitarlo en Estados Unidos” pensó, torciendo la sonrisa en su rostro. Allá, cruzando el mar, los puristas eran diferentes, más moralistas, con un sentido de supervivencia e hipocresía que dejaba como niños inmaduros a los que tanto se enorgullecían de haber pertenecido a Slytherin. Lastimosamente, también eran más cobardes y ni jugando se atreverían a hacer la mitad de las cosas que hacía un purista británico. A esas alturas conocía a varios como él, radicales, apasionados por la idea de ser la especie superior y sintiendo que tenían el derecho de cazar a los muggles de la misma forma en la que un león caza a un ciervo. Simple posición en la cadena alimenticia.

Mortifagos…  —susurró, recordando el nombre de aquellos que durante la guerra mágica habían estado del lado de ese mago tenebroso que quería acabar con todos los impuros—. Voldemort —dijo en voz alta, pues a él jamás se le inculcó un temor a un nombre que de hecho desconocía hasta hacia unos años atrás.

Salem L. Saberhagen
Salem L. Saberhagen
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Mensaje hechizo realizado Jue Sep 17, 2015 7:32 am


Tal vez una mansión resultara un poco excesiva para que sólo dos personas la habitaran, pero Narella no lo veía así. Hacía tiempo que convivía con el singular Salem, aquél que se había topado en su camino por obra del destino. Las casualidades o causalidades de la vida, cualesquiera fueran, le habían llevado por un rumbo misterioso donde el oro la esperaba al final del recorrido. No es que Salem lo fuera exactamente, más bien era un oro en bruto, pero era lo más parecido a una familia que tenía. Sin embargo, aquello no significaba que todo fuera siempre sobre ruedas. Muchas eran las cosas que ambos compartían, cosas profundas e importantes como lo eran sus ideales y formas de pensar, pero habían algunas otras por las que algún plato seguro había volado, y sí, roto también. Así que aquella arquitectura que podría catalogarse como excesiva, les permitía también tener sus propios y amplios espacios cuando era necesario. No les disgustaba pasar tiempo juntos, de hecho lo disfrutaban. Pero tiempo juntos en exceso no era del todo bueno, a no ser que sus temas de conversación rondaran en aquello que les había unido como uña y carne. Espacio pero en el mismo lugar era algo que los mantenía en paz, una buena combinación.


La puerta principal de entrada se abrió para dejar paso a una Narella con atuendo deportivo ajustado delineando su curvilínea y perfecta figura, y su dorado cabello sujetado en una coleta alta. Lo primero que hizo al pisar terreno hogareño fue dirigirse hacia la cocina tarareando una melodía conocida. Tomó una manzana de la cesta de las frutas y se dirigió a la zona del living con la intención de asegurarse de que se encontrase acompañada.

-Tanta productividad te ha hartado, ¿verdad? -masticando el mordizco que acababa de darle a su manzana, le sonrió con sorna (con la boca cerrada, por supuesto) observándole desde detrás del sofá, habiéndose apoyado sobre éste para inclinar su torso hacia adelante y para pronunciar su comentario irónico. -Y creo que no te vendría mal darle un poco de forma a esas greñas. Debes ser un líder respetable, Salem. Nuestra Sociedad no es la del verdugo de enfrente -negó con la cabeza y gesto reprobatorio mientras le revolvía un poco el pelo. Sus actitudes demostraban que se encontraba de un excelentísimo humor. No hacía mucho habían tenido la idea más extraordinaria que se les pudiera haber ocurrido, aquella de formar una sociedad que lucharía por los valores  puristas que compartían de lleno. Y eran tan meticulosos, analíticos, perseverantes, metódicos y pacientes con su proyecto que todo estaba encaminado para que dentro de muy poco comenzara a ver la luz. Con otro mordizco de manzana dio la vuelta al sofá y se dejó caer a su lado. -Ya podrías haberte puesto con la cena. ¿Cuándo harás esos espaguetis que tanto me gustan? -le dedicó una sonrisa de las suyas, esas encantadoras que dejaban a los hombres boquiabiertos. Él ya tenía que estar más que acostumbrado a todo su ser deslumbrante. Desde un principio las cosas habían sido tan claras entre ellos que nunca les había costado ponerse de acuerdo. Le gustaba convivir con Salem. Le gustaba tener su espacio y también compartirlo de vez en cuando. Pero lo que más le gustaba era compartir con él conocimientos, tácticas, entrenamientos... Radicales apasionados eran los dos, y por tanto, ambas cabezas del proyecto que haría que la comunidad mágica se reivindicara de una vez por todas.

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Mensaje hechizo realizado Dom Sep 20, 2015 1:10 am


Se había quedado perdido en sus pensamientos, divagando en cómo había sido el mundo si ese mago tenebroso hubiese ganado sus batallas. Bretaña habría sido el precedente a una sociedad dominada por la magia. Tal vez Europa le hubiese seguido los pasos y finalmente América habría hecho lo mismo. Los magos y brujas ya no tendrían que vivir en el anonimato, podrían tomar su lugar como especie superior.

“La supremacía mágica” era un término que le encantaba. Sonrió para sus adentros, cuando escuchó como la puerta principal de la entrada se abría. No necesitaba voltear para saber quién era. Sólo podía tratarse de Narella, a menos que aquel fuera una clase de ataque sorpresa por parte de algún enemigo desconocido, en cuyo caso sería divertido darle la ventaja antes de dar el primer golpe. Desafortunada y agradablemente, la figura que se acercó a él tenía curvas, cabello rubio y le conocía demasiado bien.

Esbozó una risa socarrona se le escapó ante el primer comentario. —Un poco, es difícil ser un genio y estar pensando todo el tiempo —respondió en el mismo tono que había empleado ella. Se cruzó de brazos y le siguió con la mirada, pero sin moverse de su lugar. Volvió a reír y dos veces en menos de una hora era buena señal de su buen humor. Buen humor que evocaba Narella con esa particular forma de ser que en un principio le había causado uno que otro dolor de cabeza, pero que eventualmente le había terminado por encantar. No podía negar que para bien o para mal, aquella brujita le había enseñado una que otra cosa, entre ellas el divertirse un poco más con o sin asesinatos de por medio. —¡Oh y vieras la envidia que le tengo al verdugo de enfrente! —dijo Samel, llevándose la mano al pecho para dramatizar sus palabras—. Matar y que encima te paguen por ello, ¿quién fuera él? —añadió, a sabiendas que dicha profesión tenía siglos sin ser requerida en los países occidentales.

Fuese como fuera, la mención de La Sociedad fue como espolvorear chispas de chocolate en un helado que ya estaba cubierto con jarabe. Sí, eso era lo que lo tenía de tan buen humor y contemplando las posibilidades infinitas que había para tomar el poder que el tal Voldemort no había sido capaz de obtener. A su favor podía decir que, hasta donde él sabía, no había ninguna profecía que le fuera a arruinar los planes y como él no buscaba la inmortalidad ni la atención de la comunidad, los Neo Mortifagos se posicionaría primero en las altas esferas de poder. No había necesidad de comenzar a matar públicamente a lo bestia. Eso último lo hacía desde hacía años en el anonimato y así estaba bien. El objetivo de La Sociedad era más complejo y requería un proceso más meticuloso y lento para tener éxito. O por lo menos se convencía de eso entre más libros de historia leía. Los grandes golpes y las grandes conquistas que perduraron habían sido realizados sin demasiados escándalos ni aviso previo.

Dejó de divagar al sentir el golpecito a su lado. Narrella acaba de sentarse en el sofá y él se giró un poco para verla mejor. Se tomó la liberta de tomarle las piernas y subirlas al sofá, dejándolas sobre su regazo y esbozando otra sonrisa. —Si vas a ser impertinente, aprovecha mi buen humor y selo por completo —comentó socarrón, dándole unas palmaditas en las pantorrillas y echando la cabeza hacia atrás, apoyándose en el borde del despaldo—. ¿Quieres espagueti? —preguntó y tronó los dedos para llamar a uno de los tantos elfos que atendían la mansión—.—dijo sin voltear a ver a la criatura, chasqueando la lengua y utilizando un tono más serio—. Diles a los de la cocina que vuestros amos tienen hambre y que si no quieren ser azotados deberían ya de estar preparando nuestra cena: Los espaguetis que tanto le gustan a Narella —dijo, causando que el elfo temblara un poco por la amenaza y comenzara a asentir con la cabeza, tanto que se había golpeado contra suelo en una de esas inclinaciones.

La pequeña y orejona criatura desapareció para pasar el recado. Dejándoles nuevamente solos en la sala. —Listo, querida. Ya se están preparando —declaró, dejando saber que aquella sería su mayor contribución a la comida, como de costumbre. Salem no sólo no sabía cocinar o hacer labores domésticos, sino que era muy posible que ni siquiera supiera que una escoba servía para otra cosa que no fuese volar. Estaba demasiado acostumbrado a que los elfos lo hicieran por él.
Salem L. Saberhagen
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Mensaje hechizo realizado Miér Sep 30, 2015 7:44 am


Chasqueó la lengua en señal de desaprobación ante el comentario sobre el verdugo. A pesar de saber sobre aquella fascinación que tenía por quitar la vida de seres despreciables (con la que en parte concordaba) no le agradaba la idea de que se comparase con él. Sabía que había sido un comentario en broma, pero era bastante posesiva con lo suyo como para poder evitar esas reacciones tan particulares. Salem era suyo, su futuro líder, su compañero, su coequiper, y lo bastante digno como para siquiera compararse con el repugnante verdugo. Dio un par de mordizcos más a su manzana omitiendo comentario alguno, dejando que su molestia se disipase cuando Salem se ocupó de sus piernas libres, ayudándola en su confort.

-No me lo pidas dos veces. Sabes lo mucho que me gusta ser impertinente -admitió, juguetona, teniendo en cuenta que ella no era de las que se callase absolutamente nada. Salem había terminado aceptándolo con el tiempo, a eso de que ella no pudiera evitar cerrar su boca para decir "a". Muchas veces sus comentarios aportaban grandes y/o interesantes ideas, y cuando no, pues simplemente se limitaba a ignorarla. Reglas tácitas de convivencia y coexistencia, sí.

Una sonrisa lupina y cargada de malicia apareció por su rostro al saberse complacida con tanta rapidez. Salem malcriaba y cumplía todos sus caprichos, siguiendo con la línea de sus padres. Era consciente de que tal cosa ocurría por el ideal poderoso que compartían, y no de la forma en que lo hacía con sus víctimas como simple paso de una metodología de seducción a seguir. Con ese ánimo se limitó a observar a la criatura doméstica cuando apareció ante ambos, criatura que carecía de total estima por parte de Narella. No le gustaban los elfos domésticos, le ocasionaban cierta repugnancia. Si los mantenía allí era por el simple hecho de que la servían como debía ser, pero procuraba dirigirse a ellos lo menos posible. Para eso estaba Salem.
-Siempre tan eficiente... -elogió con sonrisa suprema. Terminó con su manzana e hizo desaparecer el corazón con un movimiento de varita por simple divertimento. Recién allí centró nuevamente su atención en el hombre frente a ella.

-Líder... -pronunció dirigiéndose a él, con un brillo particular en la mirada. No hacía mucho que su plan había terminado de formarse y esa idea a la rubia le parecía exquisita: Salem como líder, ella como su mano derecha en una sociedad que se encaminaría a liderar y a obtener la supremacía mágica, tal y como debería de haber sido desde los tiempos del grandioso Voldemort. -¿Has meditado lo que te he contado sobre las estrategias a utilizar? Sin ninguna duda Lord Voldemort sabía por dónde ir. No por nada ha sido el mago tenebroso más poderoso de todos los tiempos... hasta ahora. -su sonrisa maquiavélica se ensanchó al observarle, ávida de poder y dominación. No tenía duda alguna de que Salem sería el próximo en ocupar el poder, con su propio tinte y personalidad, ya que muchas eran las cosas de las que querían valerse sobre el poderío de Voldemort, pero seguros estaban que con sus nuevas visiones y estrategias, el nuevo plan no traería más que perfectos resultados. Éso, la extasiaba sobremanera de algo muy parecido a la felicidad.

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Mensaje hechizo realizado Miér Oct 07, 2015 9:37 pm


Acentuó son sonrisa al escucharla chasquear la lengua, sabía que a ella no le gustaba que él hiciera esas comparaciones, pero para él no era más que una broma y palabras que se disolvían en el viento. Extrañamente recordó que cuando era niño lo habían llevado a visitar el Museo de las Brujas en Massachusetts. Tenía tal vez cinco o seis años, pero era consciente del significado de sus palabras cuando dijo que hubiese sido divertido e irónico que alguien como él se volviera un inquisidor. La cara de horror de su madre seguía sin tener precio en sus recuerdos. A Salem le gustaba matar y torturar y no se limitaba a muggles o impuros, aunque admitía que eran sus víctimas favoritas.

Distraídamente y sin responder a sus palabras, apretó las pantorrillas de Narella en una especie de masaje que no veía como tal y que si ella le decía algo, simplemente se limitaría a contestar que no se había dado cuenta de lo que estaba haciendo. Para esas alturas, Narella ya debía de saber lo atento, amable, caballeroso e incluso complaciente que él podía ser, ya fuese por apariencia, por conveniencia o simplemente porque se le daba la gana. Sin embargo, su lado malo siempre estaba presente. Salem podía regalar flores con una sonrisa en el rostro, pero sin perder la mirada de asesino, gélida y estoica, a la que nadie le ponía atención. Podía matar, descuartizar el cuerpo de alguien y asistir diez minutos después a una fiesta de beneficencia de Gringotts para decir sonriente lo mucho que se alegraba de ayudar a las personas que más lo necesitaban.

Así que no era de extrañarse que malcriara y consintiese a Narella sin sentir que perdía algo al hacerlo, para él era de lo más normal, sobre todo por el aprecio que le tenía, aunque dicho aprecio estuviera condicionado al vínculo idealista que compartían. Si Narella no fuese su impertinente cómplice de sangre limpia, posiblemente hubiera terminado como un cadáver más que hubiese sucumbido ante las llamas del fuego maldito. Finalmente, nadie era indispensable para un tipo como él, pero de momento la rubia tenía un lugar privilegiado a su lado y no planeaba que la relación entre ambos terminara pronto. Narella era lo más cercano a una amiga o a una hermana, si no fuese porque a su hermana de verdad la había empujado por las escaleras la última vez que le había visto, provocando que su sobrino muriese antes de nacer.

Siempre lo soy —alardeó un poco, volviendo echar la cabeza hacia atrás cuando el elfo desapareció. Luego cerró los ojos y continuó con el masaje casual en sus piernas—. Dime, querida —contestó al escuchar cómo le llamaba, sonriendo con cierta arrogancia por el título de  líder.

Aguardó a escuchar sus palabras y lentamente se incorporó para verla de frente, con una expresión seria en el rostro que pronto se tornó en una ligera sonrisa. Había pasado el día dándole vueltas a varias ideas y no culpaba a Narella por estar ansiosa de saber cuáles serían los planes, siendo que en un principio la de la idea de la sociedad había sido ella y no por nada en rango era su mano derecha, si no su igual—. Voldemort —repitió sin miedo y sin ponerle ningún que mostrara respeto como lo hacían casi todos los magos puristas que él conocia—. No pongo en duda que fuese un gran mago tenebroso y el que más cosas ha logrado hacer a favor de nuestra causa, pero por lo que me cuentas, perdió la paciencia rápidamente, queriendo imponer su régimen a la fuerza y eso, mi querida duquesa, es en lo que nosotros no vamos a fallar —dijo e hizo una pausa, para retirar las piernas femeninas de su regazo y luego ponerse de pie, dejándola recostada en el sofá, mientras él se estiraba y caminaba un poco por la sala, llegando hasta la chimenea.

Primero hay que ganarnos el apoyo de la gente, convencerles y demostrarles que estamos en lo correcto. Más aliados en el Ministerio no nos vendrían mal, sobre todo políticos del partido Reliberante, títeres que trabajaran para nosotros mientras creen estar contribuyendo a su propia causa —narró, visualizando cómo sería la sociedad si los radicales tomaran el poder: matar a un impuro sería igual que matar a un perro o a un esclavo negro en la época de la colonia.

Salem L. Saberhagen
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Mensaje hechizo realizado Sáb Oct 10, 2015 11:00 pm


Si había alguien en el mundo que detestara las muestras públicas de afecto esa era Narella. No era una resolución que hubiera mantenido de por vida, más bien la había decidido hacía un par de años. Conocía a Salem, sabía de sus métodos atentos y caballerescos, pero también sabía que no tenían una raíz de sentimiento real. Tal vez era por eso que le permitía ciertos acercamientos, mantener contacto cercano con ella misma y una confianza particular. Podía decirse que Salem era especial, privilegiado, ya que era el único con el que ella se comportaba tal y como era. Tal vez por eso no se removió cuando él, al parecer inconscientemente, le masajeó las pantorrillas, pues de haberse tratado de cualquier otra persona seguramente hubiera puesto rápidamente una barrera de espacio entre ambos. Le devolvió la mirada certera cuando Salem se reincorporó para verla, y asintió una sola vez cuando mencionó el nombre de Voldemort, con sonrisita de suficiencia. Satisfecha, su sonrisa se ensanchó cuando la llamó "querida duquesa" pero la dicha no fue nada en comparación al escuchar que ellos no fallarían.

-Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer... -y como si ése fuera uno de los ingredientes principales de la fórmula perfecta que les haría triunfar, un buen mantra exacto y divino al que aferrarse, sonrió complacida mientras volvía a sentarse correctamente en el sillón algunos segundos después de que Salem se pusiera en pie. A partir de allí le siguió con mirada de admiración cuando éste comenzó a caminar frente a ella, poniendo en palabras los pensamientos que seguramente había estado acomodando durante el día y en ausencia de la rubia.
Sus cejas se alzaron con clara intención al escucharle. ¿Aliados en el Ministerio? De momento no tenían más acceso al lugar que como cualquier otro mago o bruja en la sociedad. Para conseguir una alianza se necesitaban de una inversión de tiempo y relaciones y estructurar un plan en donde la base fuera el ganarse la confianza del otro. Meditaba sobre ello cuando una idea centelleó reluciente y fue como si de repente todo el círculo cerrara. ¡Claro, el Ministerio! "Mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos aún más..."

-Y si esos aliados vienen con un poco de información extra no estaría nada mal, ¿verdad? -de repente Narella se puso en pie y se interpuso en el camino lineal de Salem para expresarla como adelanto de su magnífica ocurrencia a juego con una de esas sonrisas tan angelicales y encantadoras tan propia de ella, esas que te quitan el aliento pero que al final terminan escociéndote los huesos por la connotación maldita que arrastra.
-Debemos infiltrarnos en el Ministerio. De esa forma conseguiremos la alianza que mencionas y también la información necesaria para dar cada uno de nuestros siguientes pasos. No existe mejor ubicación que en el ojo de la tormenta, ¿no crees? -de la misma forma angelical ladeó la cabeza a un lado, como si fuera una niña pequeña que intenta y logra con éxito comprar a sus padres. Sabía que Salem estaría completamente de acuerdo con ella, ¡era brillante! Una Rowle Carrow siempre lo era.

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