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High all the time {Blaine}
hechizo realizado Miér Jul 08, 2015 5:36 pm
High all the time Podía decir que conseguir arrastrar a su primo Blaine a una discoteca del Londres Muggle había sido complicado. Sí, sin duda. Mas sería faltar a la verdad, sinceramente, y era algo que solía evitar. Eran amigos. Independientemente de sus ideales, gustos y personalidades en algún momento de su infancia habían forjado una amistad y se convirtió en una constante en sus vidas. De otro modo no se podría justificar porque los años, y las crecientes diferencias a medida que todo a su alrededor se perfilaba con más precisión, no habían hecho mella en su relación. Adhara se descubría algunas veces deseando que su relación con sus padres fuera aunque fuera una décima parte de la que tenía con Blaine. Luego se le pasaba la tontería, aunque fuera a base de un golpe bien dado en la cabeza, y se olvidaba de ello. Aunque seguía arrugando la nariz cada vez que veía a su madre mirando a las hijas de sus amistades como una vez solía mirarla a ella. Por otro lado eso demostraba la poca capacidad que tenía su madre por mostrar su afecto, o incluso para amar en si. Pero oye, eso era otro tema de discusión. Uno con el que podrías llenar libros enteros tan gruesos como aquellos que había en el despacho de su señor padre. En cualquier caso, volviendo a lo que estaban, se encontraban andando por una calle transitada principalmente por otros jóvenes. Buena señal desde su punto de vista, pues no acababa de estar segura de estar siguiendo correctamente las indicaciones que tenía en la cabeza. No en vano no solía frecuentar ese Londres. Pero obviamente no abrió la boca en ningún momento para emitir nada que pudiera interpretarse como que podían estar perdidos, solo faltaría eso. Al fin y al cabo por muy amigos que fueran le había costado convencer a su acompañante. Era de esperar, aunque había salido victoriosa de esa “batalla”—Anima esa cara, cualquiera diría que tienes un palo enorme metido en el trasero—prácticamente canturreó, abriendo la boca para volver a conversar como en el inicio, cuando todavía no estaban en el Londres en donde pocos esperarían encontrar a alguien de sus familias sin connotaciones negativas. Río de su propia broma, por la implicación contenida en sus palabras, pronunciadas en un tono prácticamente inocente. La vida sexual de su primo no le quitaba el sueño, pero tampoco era límite alguno para ella. Los límites de lo que quería y no quería saber iban en otro tipo de planos. Le lanzó una de sus sonrisas encantadoras, como para suavizar lo que saldría de la boca de su primo, y miró otra vez al frente. Ensanchó su sonrisa, orgullosa de si misma, al ver el edificio al que quería entrar a pocos metros. Estiró su mano, enlazándola con la de él y tiró, llevándole en la dirección que quería. Porque sí, estaba yendo todo como ella quería esa noche. Un rato después estaban ya acomodados en el interior del local, sentados en dos de los taburetes de la barra. Adhara iba dando sorbos de su bebida alcohólica y controlaba la de su primo, sin alcohol. Terrible. No iba a conseguir que se soltara lo más mínimo. Lo tenía todo control, eso sí, pues traía con ella Euphorium. Cuidadosamente guardado a la espera de su una oportunidad que finalmente llegó en cuánto Blaine pareció perderse en la figura de una mujer que acababa de acercarse a la barra. No dudó ni perdió el tiempo y antes de que nadie pudiera darse cuenta la copa de Blaine había sido adulterada. Escondió el frasco, y listo. |
Última edición por Adhara C. Zabini el Sáb Ago 15, 2015 8:37 pm, editado 1 vez
hechizo realizado Miér Jul 08, 2015 9:29 pm
High all the time Loca era una palabra que no le hacía justica a Adhara Zabini. Estaba demente, absolutamente desequilibrada y la nueva idea que se le había ocurrido era una prueba de ello. Ir a una discoteca muggle. Porque bueno, los pubs mágicos donde pudieran codearse con los de su tipo eran demasiado comunes y aburridos para la bonita oveja negra de la familia. Estaban exentos de ese sabor prohibido con el que se deleitaba su prima; podía verlo en sus ojos chispeantes, en su sonrisa de oreja a oreja, en la manera presurosa en la que lo arrastraba por las aceras londinenses con la emoción de una niña pequeña. Nada que contrastara más con su propio semblante; tenía los músculos de la espalda tensos a causa del desagrado, un gesto en el rostro parecido al que huele excrementos y una mala hostia del tamaño de Inglaterra. Caminaba con rigidez, impidiéndole ir tan rápido como ella quisiera. Las aceras estaba abarrotadas de jóvenes muggles vestidos de maneras muy extrañas; pero la peor, la peor era Adhara. Lo mismo hubiera sido que fuese desnuda. Aunque se negaba a decirlo en voz alta, su prima era capaz de parar en seco y quitarse ahí mismo los retazos de tela-no se podía llamar ropa a eso-que tenía puesto. —Qué graciosa —gruñó con molestia al escuchar como lo picaba; en otra ocasión hubiese soltado una carcajada burlona y algún comentario sobre que había tenido otras cosas en el culo, no un palo precisamente; en ese justo instante lo único que quería era tomar a su adorada prima por el cabello y arrastrarla devuelta hasta la mansión Zabini —Debería darte una paliza. Tus padres me lo agradecerán mucho si se enteraran de esto —su voz era tan agria que podría cortar el aire. No estaba ahí para divertirse, estaba ahí para evitar que la estúpida de su prima se pusiera en peligro a sí misma gracias a su actitud imprudente. —Te trataron con demasiada condescendencia —hablaba en vano. La cabra loca que lo acompañaba se veía maravillada por todo lo que los rodeaba: esos armatostes con ruedas en los que se transportaban los muggles, los zapatos de tacón alto que usaban otras las muchachas y la música que retumbaba contra las paredes del antro. Podría oírse incluso desde afuera, donde los idiotas hacían fila para entrar. Lo cierto es que era una noche perfecta para los que gustaba salir de parranda. El cielo despejado, negro, brillaba como si estuviese recubierto de lentejuelas. La calidez del verano, suave y agradable, era instigadora de la sed y de los bajos instintos. Se sentía en el aire la ansiedad por el desenfreno que tenían todos en ese lugar. Excepto Blaine. << Vas a tener que retribuirme lo que estoy haciendo por ti, duendecito >> No tardaron mucho en entrar a la Discoteca, quizás media hora después de ponerse al final de la cola. Lo primero que golpeó a Blaine, que nunca antes había estado en ese tipo de recintos, fue el aroma viciado, una mezcla de sudor y humor de tabaco. Casi de manera automática se llevó una mano hasta la nariz. << ¿Qué demonios? >> pensó, mientras su prima la arrastraba entre una turba de gente que saltaba al ritmo de la música más horrenda que había escuchado nunca, a volúmenes tan altos que Blaine tenía miedo de no poder escuchar sus propios pensamientos. —Más que darte una paliza, debería matarte —agregó. Su voz fue acallada por la música y los gritos; Adhara no lo escuchó. Es más, terminaron su recorrido sentados en una barra donde un hombre servía tragos. Genial, ójala se emborrachara mucho y rápido, así tenía chance de llevarla a casa sin que se diera. Con esas luces cegadoras como el flash de una cámara fotográfica, nadie los vería aparecerse. —No, no —se rechazó la bebida alcohólica que le ofrecía su prima con un gesto de las manos —Sólo agua —y así estuvieron un rato, sin dirigirse la palabra, mientras miraban a la pista. Él no bailaría, por supuesto, de hecho estaba dispuesto a hacer que Adhara se arrepintiera de ir a esa discoteca muggle. Arruinaría cada una de las oportunidades que se le presentarán para divertirse. O ese se proponía, hasta que una rubia de rostro precioso paso delante de él contoneando las pequeñas caderas. Vaya, para ser una muggle inmunda no estaba nada mal. Mientras sus ojos se posaban en la muchacha, estiró su mano para coger el vaso y darle un largo trago a su agua templada. Una sensación cosquillosa le recorrió la garganta; sensación que fue precedida por el encendimiento de todos sus sentidos. — ¿Qué me has…? —volteó la cara y observó el rostro pícaro de su prima. De repente, todo el mal humor se había evaporado como por arte de magia y tenía unas ganas locas de reír, de salir a bailar a la pista o de correr unos mil kilómetros para sacarse la energía que se concentraba en su cuerpo. —Por Salazar… —soltó una carcajada impropia de él. — ¿No sientes eso? —Dijo, mientras se levantaba de la butaca —Adhara Zabini —se dobló a causa de la risa que convulsionaba su cuerpo — ¿qué me diste? — Debería estar enojado, su mente se lo decía. Sin embargo, era imposible…todos los sentimientos negativos habían sido reemplazados por unas ganas locas de sacudirse, de bailar. De ir a buscar a esa rubia preciosa y llevarla hasta algún lugar más íntimo —Cuando se me pase el efecto te meterás en problemas, señorita—nadie lo tomaría en serio, su voz era una parodia de regañina. |
hechizo realizado Jue Jul 09, 2015 2:19 am
High all the time Puede que esta vez no lo hubiera dicho en voz alta ni una sola vez, y casi se merecía un premio por ello, pero era habitual que su primo acabara por llamarla loca en más de un punto de sus conversaciones. Y la locura podría decirse que estaba en la sangre de toda su familia. La diferencia estaba en que en ella se había manifestado de otro modo a consecuencia de las singularidades de su mente. No era que tuviera capacidades por encima de lo normal en las diferentes inteligencias, su singularidad residía en las ideas que poblaban su mente. En un mismo ambiente y con estímulos similares a otros familiares suyos había desarrollado asociaciones distintas que la habían convertido en la oveja negra. Preciosa, porque coño, era tan o más bella que su madre, pero con un interior que eclipsaba cualquier parte positiva a ojos de personas como sus propios progenitores. Blaine tenía los mismos motivos que ellos para desaprobar de ella, para estar cabreado, para querer quitarle a ostias aquello que estaba “mal” en su cabeza. Y se lo decía, algunas ocasiones era prácticamente lo único que soltaba, y aún así de algún modo conseguían encajar, hacer funcionar su singular relación. Estaba tentando terriblemente la fortuna, y perder a una de las pocas personas a las que consideraba cercanas, queridas, al llevarle a un lugar que representaba todo aquello que conseguía que la sangre del moreno hirviera. Juega con fuego y te quemarás, pensó para si misma, pero había llegado demasiado lejos y era demasiado testaruda como para corregir la situación. Se centró en lo positivo, en lo fascinante que encontraba todo aquello que ahora les rodeaba. Tan nuevo, tan diferente, tan extraño, no podía permitirse perderse nada. Demasiado para tan pocos sentidos y sobretodo tan pocos ojos para mirar en todas las direcciones posibles e imaginables. Con una sonrisa radiante, tono jocoso y alegre y mirada brillante soltó su comentario. Y aunque en cierto modo no esperaba una respuesta positiva, las señales del enfado de su primo estaban todos presentes haciendo sonar la alarma, no pudo evitar que un escalofrío recorriera su columna. No era por frío, si bien admitía que ni su camiseta ni su falda cubrían mucho, sino porque no era una amenazaba vacía, era la cruda realidad. Lo había vivido en sus carnes—Adelante. Una más, una menos, un golpe más, uno menos... Nada nuevo, querido—cambió de registro por completo y ni siquiera se dignó en mirarle. Tan solo soltó su respuesta con fuerza e intensidad, poco dispuesta a dejarse pisar o intimidar. Si con ese acababa por provocarlo asumiría las consecuencias. Corazón de oro y una dosis de valentía, esa era ella. No había podido evitar usar la coletilla de su madre para quien la palabra “querido” no era necesariamente una expresión cariñosa. Respiró profundamente y se dejó llevar nuevamente por el ruido de ambiente y la suave brisa de ese día de verano. Hicieron la cola y al entrar tiró de su primo para no perderle en el mar de gente, adentrándose en el mundo de la música ensordecedora y el aire enrarecido. Se perdió sus siguientes palabras, demasiado ocupada en conseguir un par de asientos en la barra. Estaba en una misión y ni la gente, ni las luces, ni el ruido, iban a pararla. Evidentemente poco después estaban bien ubicados y tenían bebidas en las que ocuparse. Si es que el agua podía considerarse tal cosa en ese ambiente. Y había levantado la ceja ante la negativa de su primo, porque tenía que reaccionar de algún modo, mas estaba bien preparada. Se perdió el análisis del bien formado de la rubia en favor de adulterar el agua de su primo y aunque no la pilló fue evidente en el momento en que pudo notar el sabor de la poción. Tardé pero, pues para notarlo tuvo que beber, y para entonces lo tenía ya en su organismo listo para darle una patada a su actitud de sangre pura asqueroso de la vida. Que le quería sí, mas muchas veces no le soportaba y no le daba una patada porque la que él le daría dolería más. No por falta de ganas o alguna otra tontería que pudiera poner de excusas. Era sincera, especialmente consigo misma en la medida de lo posible. Adhara se río con él, o de él quizás, desde el momento en que la energía y la felicidad borraron los malos sentimientos de su primo, consiguiendo romper la concordancia entre pensamientos y sentimientos. Lo que le decía era genuino, mas ya no conseguía que llegara a ella como quería—Eso, creo que me lo reservo. Quedate con que es una maravilla—volvió a canturrear, habiendo recuperado la actitud que la caracterizaba, y con la que había iniciado la velada. Le dedicó una sonrisa juguetona a sus últimas palabras y le tocó la punta de la nariz con la yema de uno de sus dedos, como si fuera un niño pequeño. Adhara prosiguió tomando su copa y acabó de de beberse lo que quedaba de su piña colada. No quería malgastar su dinero. Tras solucionar aquello enlazó su mano con la de su primo nuevamente. O lo que quedaba de Blaine Zabini más bien, pues podría decirse que misma carcasa pero interior remodelado. Poco reconocía en esa persona cuya luz podría eclipsar al sol. Ni que fuera navidad y tuviera cinco años. No acababa de tener muy claro si podía conseguir que la risa incontrolable mutara en algo más conveniente, pero no negaba que todo aquello le resultaba sumamente interesante. Digno de analizarle bien para poder guardar todo aquello en la memoria para futuras referencias. Algo que estaba intentando hacer, claro. Le llevó al medio de la pista, sin oposición alguna, pero con más dificultades que antes. No solo por él, sino por si misma, podía notar como las dos copas y el chupito nublaban su mente. Ayudaban a centrarse en el aquí y ahora. Por eso sonrió, radiante como el mismísimo sol—Baila conmigo primo, ¿No notas el ritmo de la música en el cuerpo?—pidió, poniéndole sus mejores ojitos. Evidentemente no esperó respuesta alguna y sin más tomó su otra mano, entrelazando los dedos. Empezó todo su cuerpo, guiándose con los ojos cerrados por lo que resonaba por todo el local, y a su vez guiándole a él. Le obligaba a moverse en coordinación con cada paso propio, poniendo las bases para que la imitara y se dejara llevar. |
Última edición por Adhara C. Zabini el Sáb Ago 15, 2015 8:40 pm, editado 1 vez
hechizo realizado Jue Jul 16, 2015 10:05 pm
High all the time La música de la Disco muggle le retumbaba dentro de la cabeza. Era una melodía lenta y sensual, con una letra que incitaba a follar. Todo ese ambiente incitaba a follar, las mujeres embutidas en pequeños vestidos, la luz tenue que apenas te dejaba vislumbrar los rostros de las otras personas y la manera en que los cuerpos se movían al ritmo de las canciones. Blaine sentía las vibraciones de la música recorrerle la espina dorsal, como incitándolo a salir a la pista y agitar todo el cuerpo de manera frenética para quitarse toda la energía que se acumulaba dentro de él. Pero no era una reacción natural, la loca de Adhara le había puesto una poción en la bebida, estaba seguro. Intentaba resistirse a los efectos con toda su fuerza de voluntad, mas la sonrisa en los labios y esa excitación abrasante era imposible de evitar. Se las pagaría, su adorada primita se las pagaría. —A bailar… —repitió, el verdadero Blaine batallaba con los efectos de la poción para poder negarse a semejante locura. Su cuerpo decía que sí, su mente que no. Quizás por eso le resultó tan fácil a la menuda Gryffindor arrastrarlo hasta el centro de la pista; Zabini no tenía la más pálida idea que estaba haciendo, ni de porque lo estaba haciendo. De repente se encontró entre un mar de personas que se agitaban con efervescencia, empujándolo a él y a su acompañante. —No sé bailar, Adhara —argumentó débilmente, pero su voz fue acallada por los gritos y la música a niveles altísimos. —Tú tampoco sabes bailar… —o eso creía hasta que la muchacha cerró los ojos y se empezó a mover con cierta lentitud hacia un lado y hacia otro. La pequeña cintura seguía el ritmo de la canción, y no sólo la cintura, se retorcía entera igual que una serpiente. Blaine se quedó lívido durante un par de segundos, mirando como Adhara parecía absorbida por el baile. Se veía muy guapa, incluso bajo aquella luz metálica, vestida como una prostituta de las baratas y rodeada de muggles inmundos. Su cabello castaño se veía más brillante de lo normal, igual que su piel blanca. —Demonios —sus brazos actuaron casi por cuenta propia y tiraron de su prima para quedará a pocos centímetros de él. Resultó muy fácil bailar de una manera sincronizada. Más fácil de lo que hubiera creído nunca. Por algún motivo que no podía explicar, ni siquiera por esa extraña poción que había bebido, estaba disfrutando de tener sus manos entrelazadas. Resultaba natural, más allá de todo lo extraño de la situación en que se encontraban. Sus cuerpos se alejaban y se acercaban, al ritmo de aquella música lenta y sensual. Los pasos eran raros, poco ortodoxos, pero a ninguno de los dos les importaba. Adhara tenía los ojos cerrados. Blaine los tenía muy abiertos con la intención de grabar cada detalle en su mente, en esa mente embotada que había perdido toda coherencia y que sólo se dejaba guiar por el hipnotizante ambiente que lo rodeaba. —Tengo sed —le dijo al sentir un calor abrasante en la garganta. La canción había terminado y empezado otra más movida. Las parejas de hombres y mujeres que bailaban juntos volvían a separarse para brincar de un lado al otro; algún idiota impactó contra su costado y casi lo hace perder el equilibrio. Blaine se separó un paso de su prima y miró hacia la barra donde el hombre de las bebidas preparaba un trago. Por Salazar, tenía que sacar a su prima de allí, debían largarse antes de que lo obligará a cometer una estupidez: cómo follarse a una muggle cualquiera. La sangre, literalmente, le hervía y sentía ganas de bailar tanto como fuera posible. — ¿qué poción me has dado, Adhara? —exigió saber otra vez mientras la tomaba con fuerza del brazo y la arrastraba hacia los asientos que ocupaban un momento atrás. —No me siento yo. Es como si estuviera borracho. |
hechizo realizado Dom Jul 19, 2015 7:34 pm
High all the time Miraba a Blaine, más energético y feliz de lo que nunca le había visto en toda su jodida vida y le daba pena. Y es que a Adhara le fastidiaba no conseguir algo que tan siquiera se acercara a eso sin recurrir a una poción. Solo le veía con su nivel normal de fastidio, que iba pasando de ser pura molestia para acabar siendo un gran cabreo, como mucho. Le conocía algo molesto en el mejor de los momentos. Siempre había sido así. Gustaba de pelear, de discutir y no diría que su relación fuera mala, mas algunas veces desearía poder sacarle una sonrisa sin que esta viniera ligada a un comentario negativo que estaba al caer. Y es que al final del día sus personalidades no podían ser más dispares, y era toda una vida juntos lo que les mantenía unidos. En ocasiones le parecía ver más y pensaba que podía ser más que los años, pero esos pensamientos se evaporaban tan rápido como llegaban. Justo como aquellos gestos de su primo que le daban a pensar. Resultaba sencillo olvidar todo aquello con alcohol en sangre y la música retumbando en sus oídos—Sí, bailar. Tú y yo. Los dos—respondió cuando él repitió sus palabras, y le arrastró con ella, ignorando aquello que pudiera intentar para librarse de ello. No quería ni escucharle, se sentía ligera y la música la llamaba. Su cuerpo vibraba ante la perspectiva de perderse en todo aquello que les rodeaba. Poco después tenían su sitio en la pista de baile y se movían en armonía con las manos entrelazadas. Adhara al tener los ojos cerrados era incapaz de ver el modo en que la estaba mirando su primo, y tampoco se lo imaginaba. Sería su pequeño secreto, del mismo modo en que ella tendría el suyo propio. Porque si pensaba que sus manos encajaban a la perfección y que sus cuerpos, casi pegados en algunos momentos, parecían estar hechos para bailar pegados... Era cosa suya. Eran pensamientos que pasaban por su mente con facilidad en su estado de embriaguez, y que tendría que analizar cuando estuviera sobria. Quizás entonces no pensaría que Blaine olía demasiado bien y que emanaba una calidez que no parecía encajar con la frialdad de su personalidad. El hechizo se rompió cuando la canción terminó y dio paso a una mucho más movida, que pedía ser bailada por separado. Abrió los ojos justo a tiempo para escuchar la queja de su primo. Dada su cercanía notó su aliento sobre su piel y se estremeció como si le hubiera susurrado al oído. Parpadeó un par de veces para tratar de recuperarse y lo consiguió cuando su primo volvió a marcar la distancia entre sus cuerpos y pudo desintoxicarse. Fue arrastrada hacia la barra por una versión agitada del moreno, que le exigía saber que le había dado. Y ella se rió, extrañamente divertida por su frustración—Nada malo primito ¿No estás más contento? Nunca estás contento—se quejó, haciendo un puchero, diciéndole aquello que no le comentaría sin algunas copas de por medio. Se había despeinado un poco y tenía un mechón pegado a la cara por el sudor, algo que intentó arreglar con las manos, sin mucho éxito. Frunció el ceño para si misma, deseando haber optado por una coleta—¿Me ayudas?—le pidió, suave, casi dulce, inclinándose hacía delante para que la escuchara por encima del ruido. Se separó un poco y tiró de su manga, tratando de reclamar su atención. Poco le pedía, aunque entendió que había estado haciendo cuando el camarero trajo dos vasos para ellos. Tomó uno de los dos y aunque era sólo agua, ugh, bebió. Reconocía que estaba sedienta ahora que bebía. —Venga, porfis—insistió, con el tono y el vocabulario que no usaría ni muerta en otras circunstancias. Ninguno de los dos estaba actuando como lo haría normalmente. Qué divertido—Si quieres podemos salir un ratito fuera a cambio—trató de negociar, ilustrando la pequeña cantidad de tiempo con una de sus manos, satisfecha consigo misma. Ah sí, no perdía seguridad. Podría decirse que la ganaba. Porque cuando el tipo sentado en el taburete de al lado hizo que ella perdiera el equilibrio al mover ambos taburetes para salir y ella se precipitó hacia Blaine tan solo se rió. Se agarró a su primo entre risas y poco a poco fue acomodándose. Era cómodo. |
Última edición por Adhara C. Zabini el Sáb Ago 15, 2015 8:44 pm, editado 1 vez
hechizo realizado Sáb Ago 01, 2015 1:00 pm
High all the time Tenía sed. Muchísima sed. La maldita poción que le había dado Adhara le resecaba la garganta como si le hubiesen pasado una lija. Pero no era sed de agua, sino de algo más fuerte, de alcohol, de cualquier bebida que le obnubilará los sentidos y le impidiera experimentar aquellas sensaciones incómodas en su cuerpo. Un Whisky, una copa de coñac, un poco de champagne. Cualquiera de esas opciones lo ayudaría a recobrar el control, o a perderlo, mejor dicho. Porque volver a tomar posesión de sus sentidos o de su mente otra vez le parecía imposible. Y para Blaine Zabini, maniático del control, era desesperante. A la mañana siguiente se encargaría de que Adhara recibiera un castigo adecuado. Ahora, ahora sería mejor que tomará asiento en esas butacas incómodas y se bebiera hasta la última gota whisky, coñac o champagne. —Ven aquí. —dijo, mientras la jalaba del largo cabello castaño con algo de brusquedad. Las hebras de pelo se deslizaban con suavidad entre sus dedos —Eso te pasa por peinarte como una zorra —estaba tan desinhibido a causa de la poción que no le costaba nada decir la verdad sin filtros. Le importaba un comino la cara de niña buena que le ponía Adhara o ese tonito de voz adulador que forzaba cada vez que quería conseguir algo. Estaba enojado con ella, muy enojado, más de lo normal. Todas sus emociones parecían estar amplificadas —Por vestirte como una zorra. Por hablar como una zorra. Por comportarte como una zorra —le hizo un nudo en su bonito cabello y lo apretó con fuerza, de esa manera no se volvería a despeinar. A saber cómo se lo desharía luego —Por ser una zorra, de hecho —se volvió a reír— Eso es lo que más me gusta de ti. Lo zorra que eres —la soltó y se alejó de la barra en dirección a la salida —Ahora vámonos de aquí, no creo poder soportar por mucho tiempo más el aroma de estos muggles inmundos sin liarme a hostias con alguno. No tardaron mucho en salir al exterior. Era una noche cálida de verano, sofocante. Blaine sentía el aroma a cigarro y vicio del antro impregnado en su ropa y por debajo de su nariz. Agradecía a todos los Dioses haber dejado atrás la música estridente y a la turba de muggles frenéticos que se empujaban unos a otros. Al llegar a la mansión de su prima se daría una ducha, se fregaría la piel hasta casi arrancársela y luego saldría a buscar alguna bruja de sangre pura para follarse. Cualquiera, sin importar que fuese linda o fea, lo importante era sacarse toda la adrenalina que corría por sus venas de alguna forma que no fuera bailando en un antro apestoso. — ¿Qué me pusiste en el agua? —le volvió a preguntar a su prima, insistente, mientras caminaban por las aceras de Londres. Parecía ser alguna especie de pócima que alteraba los sentidos. — ¿No me lo vas a decir? —las palabras salían a borbotones por su boca, una verborragia que era incapaz de contener —Adhara… Unas luces plateadas provenientes de la calle los cegaron un poco. Un grupo jubiloso de muggles estacionó un Lamborghini amarillo en la acera del frente mientras se bajaban en medio de un alboroto de risas y gritos. Parecían ir tan borrachos como simulaban estar ellos. Ni se dieron cuenta de la presencia de otras personas, dejaron el vehículo aparcado, con el motor ronroneando y avanzaron a tumbos hasta la puerta del antro. —Imbéciles —murmuró, sin entender mucho el significado de que ese armatoste siguiera emitiendo un rugido extraño. Miró hacia el costado por una milésima de segundo para captar la reacción de su prima y se dio cuenta de que ya no estaba allí. << ¿Pero qué mierda? >> Ahora estaba montada sobre el magnífico vehículo amarillo, en el asiento de conductor << Estás loca, Adhara Zabini >> |
hechizo realizado Jue Ago 06, 2015 1:05 am
High all the time Adhara no estaba en posición de percatarse de la estampa que ofrecían a cualquiera que mirara en su dirección. Notaba vagamente algunas miradas posadas en ellos dos, sí, pero con esa misma vaguedad se daba cuenta de su estado de embriaguez. Poco fiable efectivamente. Lo cierto es que de estar algo más despierta y menos achispada se habría dado cuenta de que no había modo alguno de que ninguno de los dos ligara con alguien que no le apeteciera un trío, un intercambio de parejas o algo en estas líneas. Porque sí. Nadie habría dicho que su relación estaba solo en el plano de amor en que uno debiera meter a todos sus familiares de cabeza. Y no era por nada muy evidente que hubieran hecho, sino por todas aquellas señales que estaban ahí. Y el potencial que podía verse también en su lenguaje corporal ahora que estaban completamente desinhibidos y fuera de su entorno. La morena se dejó arrastrar soltando un quejido mas sin gran intención de evitar que la peinara como le antojase. Le daba igual con tal de librarse de las hebras que se pegaban a su cara como tentáculos de un pulpo cabrón. Le regaló un golpe por cada vez que la llamó zorra y aún así permitió que le hiciera una coleta alta que selló con un nudo. Debería haberle preocupado como coño desharía eso o en su defecto como se desharía de la cresta de su primo para hacerle pegar por su gran pecado. Pero no. Hizo un puchero porque dejó de tocarle el pelo, si bien no la soltó. Algo bueno, porque se habría caído de cara. Se río de buena gana cuando admitió que precisamente le encantaba que fuera una zorra y dejó de sentirse mínimamente insultada. No por la palabra en si, sino por las críticas implícitas en sus comentarios—Somos igual de zorras—respondió y le guiñó el ojo. Coqueta, encantadora. —Pues métele de ostias a alguno. Mientras no llores cuando te arruinen la cresta todo bien. Cuando acabes vamos a visitar a tu hermana—se descojonó ella sola y tuvo que agarrarse para no acabar besando el sensual suelo. Solo de imaginarse la cara de su prima le entraba ya la risa. Y mira que tenía bien claro que su prima entraba en la misma categoría que ellos dos. Y tal. Salieron a la calle y la morena se quitó los zapatos que llevaba antes de empezar a andar descalza mientras canturreaba una canción para si. Capturó una de las manos de su primo con la que tenía libre y entrelazó sus dedos sin más. Ignoró sus dos primeras preguntas deliberadamente—Qué día más bonito ha hecho. Si hasta no ha habido lluvia, que maravilla—comentó en su lugar, solo porque podía. Y ya luego se distrajo al quedar cegada por una luz. Ostia puta. Un Lamborghini. Que cosa más bonita. Ay madre. En persona era una hermosura. Perfecto. Divino. Y desatendido, constató al ver el estado en que los borrachos dejaban el automóvil. Era la suya. Echó a correr como si le fuera la vida en ello y en cuestión de abrir y cerrar de ojos se había acomodado en el asiento más cómodo del mundo entero. Dejó sus zapatos en el hueco para las pies del copiloto y acabó de colocarse. Lista. Nunca se había sentido más lista para probar de conducir uno de estos por primera vez—Suuuuuube primito. Te llevo hasta el fin del mundo si hace falta pero tengo que conducir está preciosidad—chilló, emocionada. Cuando vio que su primo dudaba puso su cara más encantadora y hasta hizo un puchero—Un poquito y para casa—prometió finalmente, pronunciando las palabras mágicas. Prácticamente antes de que acabara de decirlo Blaine estaba ya sentado junto a ella. Arrancó antes de que se arrepintiera, empezando a avanzar velozmente por la calle en la que estaban, sin rumbo claro. Conducía sin rumbo alguno, y sin muchísimo respeto por las normas, gran parte de las cuáles ignoraba. Velocidad y giros arriesgados pero mucho éxito. Estaba eufórica. Iba a ser difícil arrancarla del vehículo. Le estaba encantando eso de tomar curvas y estaban pasando por una zona especialmente desierta. Estupendo. Perfecto—Dime que te encanta—entre chilló y canturreó. |
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