[PG-17] Hombre de Palabra

La poca luz que alumbraba la habitación era por un par de velas que hace media hora encendió con su barita y los relámpagos que se dejaban casi ver entre ese par de cortinas esmeralda tan pesadas… Ya ni las recordaba, ¿Desde hace cuanto no entraba en esa recámara? El santuario de su esposa… el lugar que ella había reclamado suyo y al cual no tenía derecho de pasar. Irónicamente, ese mismo cuarto había sido testigo de la primera vez que la hizo suya y la tuvo entre sus brazos,  el momento en que él dejo ver algo más que un temple de acero y entregó algo más valioso que toda su fortuna; bien Pansy Parkinson no había sido la primera mujer en su vida pero sí fue la primera – Y hasta la fecha la única – mujer a la que había amado… ama y quizás, amará. Era un recuerdo agridulce, esa cama le recordaba los mejores momentos que había pasado con su esposa, como la había hecho gemir y hacerla perder la razón en éxtasis. En esos momentos sabía que era completamente suya, su respiración precipitada, besos y caricias eran de él, por ese instante, los ojos lujuriosos de la ex slytherin se lo decían aunque todo eso acababa al primer rayo de sol que se asomaba por la ventana para recordarles… recordarle que era un matrimonio arreglado y que su mujer nomás tenía corazón para otro.

Y después de tantos años de matrimonio, tenía 4 que no entraba en esa habitación. Los elfos domésticos y la servidumbre se quedó atónita cuando lo vieron poner esa llave dorada en la cerradura de la enorme puerta de caoba. Todos sabían que algo había pasado para que él hubiera tomado esa decisión. Blaise rió para si mismo y decidió curiosear. Abrió el armario para ver las prendas de vestir, perfectamente acomodadas de su esposa, la mayoría de seda, ostentosa como siempre pero su vista se fijo en cierto vestido de encaje negro que lo volvía loco…

-Creí que teníamos un trato – La voz chillante de Pansy hizo que volviera a la realidad aunque Blaise no se inmutó no un momento - ¡¿Qué haces aquí?! – Pansy se acercó abruptamente arrebatándole el vestido de sus manos – Tanto que presumes ser un hombre de palabra y vete aquí – fanfarruñeaba a la vez que cerraba el armario. Hubo un silencio incómodo de unos tres minutos que parecía una eternidad pero Pansy – con lo impaciente que es – lo cortó – Te hice una pregunta Blaise – reclamaba la ahora rubia a su marido. Se encontraba un poco mojada por la lluvia, lo más probable es que a su llegaba alguna de las chicas de la servidumbre le haya dicho de la situación y se dejo venir. La respiración de Pansy era agitada, era como si predijera su futuro pero nada tonta… quería estar segura antes de soltar sus cartas – Blaise… - Su voz sonaba quebrada ahora a comparación del irritante tono que solía llevar, sonaba preocupada pero Blaise sabía que no era por él si no por su propio bienestar. Aún seco, inmuto estaba parado frente a ella sin decir nada lo cual descontrolaba a su mujer que con todas sus fuerzas trataba de no perder el temple pero si había algo que Blaise estaba muy seguro de su esposa era que la mujer era pésima para mentir y tenía tan poca paciencia que soltaba su veneno al instante – Lo sabes… ¿verdad? – dejo salir la rubia un poco temerosa pero aún así su esposo no soltaba respuesta. Tragó saliva y apretó los puños para armarse de valor y poderle ver a los ojos -aunque hubiera preferido haber estado ebria – y lo vio todo… la mirada fría de Blaise la congeló y por primera vez, sintió mucho miedo – Esta bien, lo admito – en un arranque quizás del temor la hizo rabiar – Sí, estoy esperando un hijo pero es que desde hace mu… - Una cachetada la cayó y la dejó tumbada en el suelo. Pansy simplemente se empezó a carcajear histéricamente – Sabes que ni te puedes ver, ¿verdad? Negro inmundo – en definitiva había perdido la razón y de su boca nomás salían insultos hacía su aún marido, la mayoría racistas - ¿No tienes los pantalones para decir algo? Porque sabes que es verdad – afirmaba la rubia orgullosa, echándole más leña al fuego pero aún así Blaise se mantenía en la misma posición. Pansy se puso de pie y se arrancó el vestido que traía puesto, exponiendo casi toda su desnudez a su marido - ¿Me vas a pegar? Me pregunto que me dibujaré ahora. Mi cuerpo es todo un mapa, un memento de las palizas y la infelicidad que me ha llevado el pasar casi toda mi vida a tu lado – Blaise bajó la vista y acto seguido la tomó de los hombros y la tumbo sobre la cama, colocándose él encima de ella. La besó a la fuerza y ella empezó a soltar un par de suspiros de alivio. Blaise rompió el beso y no miro absolutamente nada en los ojos de Pansy Parkinson… ya no era de él. – Eso es todo Parkinson – Dijo el hombre reincorporándose de pie caminando hacia la salida pero no sin antes dar un golpe muy fuerte en la mesita de té que tenía Pansy en la recámara, tan fuerte que la hizo cerrar los ojos – MIS hijos te salvaron – recalcó mucho la primera palabra y se fue. Los ojos de Pansy se llenaron de lágrimas. Sabía que su matrimonio había acabado, que lo más probable quedaría en la ruina ya que sus padres no la acogerían y mucho menos alguien de su familia. Sacó una maleta y empezó a empacar, con todo un rostro molesto. Cuando iba a cerrar las cortinas notó algo en la mesa… un par de pequeñas esmeraldas puestas sobre estas. Hubiera soltado un grito muy agudo pero se tapo la boca de inmediato. Sabía lo que significaba… y simplemente estás palabras que alguna vez dijo su marido invadieron su mente:

- Pansy, si tanto te quejas de que no tengo buen gusto porque no te regalo esmeraldas, créeme, cariño mío, que el día en que te mueras te sacaré los ojos con esa pequeña cuchara de plata con la que haces tanto ruido a la hora de tomar café y te pondré un fino ejemplar de esa joya verde en cada hueco para que te vayas al otro mundo feliz y bien sabes que soy un hombre de mi palabra -

La mujer se cayó de la impresión. Ella siempre lo molestaba con eso, indirectamente tratándolo de hacerlo sentir menos y comparándolo con Draco… Blaise era un idiota, había logrado algo que siempre había querido, que detestara su joya favorita, que no la quisiera ver nunca en su vida. Completo hijo de gilipollas. – Al final, siempre tienes la última carcajada – soltó y fue a la habitación de Blaine, quién aún no estaba en la casa – Mi hijo… tu padre no será capaz de tocarme si te tengo a mi lado -